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¿Qué rol ejercen las redes sociales en los conflictos ambientales? La docente de la diplomatura en ambiente, tecnologías y derecho Lic. Lorena Suárez analiza el panorama.

Como es sabido, las redes sociales permiten gran circulación de flujos de datos. Estar informado minuto a minuto, comunicarse con personas de todo el planeta, ver videos o trabajar en equipo sin compartir el mismo sitio, son acciones que conforman un espacio en el que se construye poder, por fuera (y de manera diferente) a la que proponen partidos políticos y gobiernos. En ellas se detecta una gran efervescencia a través de la cual se expresa el humor social en relación a temas de agenda.

Antes del auge de internet la información estaba concentrada. La transmitía la familia, los maestros, los libros; mientras que la escuela y la universidad eran los ámbitos que congregaban el conocimiento. Eso cambió. Las redes se posicionaron como uno de los canales de comunicación más utilizados, por su capacidad de llegar en forma rápida a una gran audiencia, fácil accesibilidad y su potencial de conectar grupos de ciudadanos en torno a intereses comunes.

Es cierto que en estas plataformas también circulan engaños, perfiles falsos, y otras tantas formas que buscan beneficiar o perjudicar a ciertos sectores. Esas prácticas no invalidan a aquellas que surgen de la iniciativa o el interés social auténtico. A fin de cuentas, que emerjan grupos dedicados a desarrollar ese tipo de prácticas (engañosas), no hace más que confirmar que las redes sociales son un espacio de disputa por el sentido, por tanto, un espacio de poder.

Cuando los desacuerdos de intereses se manifiestan a través de los medios, la movilización o la denuncia, el conflicto toma importancia en la esfera pública. Pero no siempre los conflictos ambientales resultan de interés para la prensa, en ocasiones las redes sociales son la esfera donde esos conflictos circulan, toman envergadura, se “viralizan” y cobran importancia. Las organizaciones ambientalistas están sacado provecho de estas plataformas, ya que han logrado potenciar su trabajo en esos canales, puntualmente en tres cuestiones: informar, movilizar y enseñar. La alimentación con criterios ambientales, el cultivo en pequeños huertos urbanos, campañas en contra del maltrato animal, defensa de algún recurso, constituyen una buena parte de las iniciativas que circulan en las redes. El activismo ambiental encontró en esos espacios tierra fértil donde sembrar sus intereses y cosechar adeptos.

Un ejemplo cercano es el que sucedió en 2011 en la ciudad General Daniel Cerri, en el partido de Bahía Blanca, cuando se intentó llevar a cabo un dragado en una parte del estuario e implantar un puerto regasificador. En aquella ocasión, se destacó el accionar de la organización Asociación de Vecinos en Defensa del Ambiente (AVDA), muy movilizados por la defensa del estuario y atentos a los posibles impactos al ambiente que la obra en cuestión podría significar. Sostenían que el dragado afectaría al ecosistema de aves playeras migratorias que allí tiene lugar. A través de las redes sociales organizaron una gran oposición (reuniendo más de 10 mil adhesiones), que prosiguió en la vía judicial, gracias a la presentación de un recurso de amparo. Las redes sociales fueron utilizadas como altoparlante de sus demandas. Gracias a ello, la obra nunca se llevó a cabo.

Por otra parte, se puede mencionar la campaña de la organización “Susi, una elefanta en la habitación”. Iniciada por un grupo de activistas de Barcelona, reclama un cambio de paradigma en torno a los zoológicos y el encierro animal, a partir de la historia de vida de una elefanta que vive en el zoo de esa ciudad, en condiciones de encierro y lejos de su hábitat original. La campaña, que sobresale por su estrategia transmedia, ya cuenta con la adhesión de miles seguidores de todo el mundo y sus productos comunicacionales han recibido numerosos premios. Además, los seguidores se multiplican diariamente y acompañan un malestar social que, en torno al consumo de animales exóticos en cautiverio, se manifiesta y crece. El conflicto aún está en proceso, pero con la fuerza que ha tomado en las redes sociales se espera que autoridades locales y los empresarios en torno al zoológico se movilicen.

En definitiva, las redes sociales se presentan como un canal ampliamente elegido por sus bajos costos, gran llegada y efectividad. Los jóvenes constituyen el público más activo en parte porque ejercen la comunicación de manera directa, sin mediaciones, ni intermediarios. Crear un grupo de afinidad, postear un tópico, compartirlo, tomar una imagen y multiplicarla, son acciones que desarrollan de manera espontánea, en muy poco tiempo y con una efectividad alta. Los comunicadores observan el enorme poder que tienen las redes sociales para amplificar denuncias ambientales: la queja de un único usuario en un breve mensaje de WhatsApp puede escalar en una campaña masiva que obligue a dar explicaciones a una empresa o a un gobierno. Son algunos de los recursos con los que la comunidad cuenta para hacer oír sus reclamos y congregarse en torno a un tema de interés común. El auge de estas nuevas comunidades en línea confirma lo que sostiene el sociólogo español Manuel Castells: “la comunicación y la información han sido a lo largo de la historia fuentes fundamentales de poder y contra poder”.

 

+Texto escrito por la Lic. Lorena Suárez, docente de la diplomatura en ambiente, tecnologías y derecho del ITBA.