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Cristina Parpaglione, docente de Ingeniería Informática, y una faceta artística por fuera de su trabajo en la Universidad.

El caso de Cristina Parpaglione supera los límites conceptuales de la sección, porque más que una faceta paralela a la docencia, la Doctora en Ingeniería Informática del ITBA, cuenta -por lo menos- con un lado C y D. La danza folclórica, la actuación y la fotografía son las actividades que articulan su agenda en conjunto a las clases de inteligencia artificial, sistemas multiagente y bases de datos que dicta en la carrera de Ingeniería Informática, desde hace 13 años.

“Mi inquietud artística inició de pequeña cuando empecé a tocar piano, lo que siguió con danza y dibujo. Siento que la danza folclórica tiene algo especial. Me recibí de instructora hace 2 años en una escuela muy interesante llamada `Folclore en movimiento’, que cuenta con una filosofía de búsqueda interior: encontrar tu propio folclore, conocerte, aspectos que me interesan mucho. En este momento no estoy dando clases de danza, pero voy a bailar tres veces por semana”, ilustra Cristina con una expresividad que la destaca.

Comenta, además, que hace más de dos décadas que practica meditación, y que cree que la juventud no se centra en la edad, sino en la cantidad de matices que uno mismo se genere. “Estoy haciendo teatro terapia, que apunta a encontrar los personajes que uno tiene adentro -que son un montón- y sacarlos, en vez de pelearte con la gente que te toca bocina o te trata mal.  Uno de los motivos por los que me gusta dar clases es porque siento que es similar a estar haciendo una obra de teatro”.

Entre sus convicciones al respecto, confiesa que en el escenario ve una oportunidad para todos los que tienen una vocación semejante a la suya: “Todos los docentes deberían hacer teatro, porque cuando estás frente a los alumnos les tenés que brindar algo más que el conocimiento de la materia en particular. Y a algunos profesores que saben mucho, pero que les cuesta transmitir, el teatro les daría una soltura, una forma especial de relacionarse con los alumnos”.

Parpaglione juega con la idea de estar catalogada por su alumnado como “muy exigente”, aunque a la vez destaca que, con más de 35 años dictando clase, pudo establecer grandes amistades con varios estudiantes y colegas.

“El arte salva y sana, y sin dudas, esa es mi receta. Acá en el ITBA hay gente muy grosa como Ricardo Sánchez Peña, quien sorprende gratamente cuando toca la guitarra. Sin el arte uno se vuelve frío; estoy segura de que es lo que puede curar al mundo. Lo que me motiva desde hace muchos años es el crecimiento interior, esa es mi búsqueda tanto en el folclore, en el teatro, como en la fotografía”, esboza Cristina con una sonrisa.