Alejandro Díaz, profesor de física, es segundo dan de Kendo y admite su admiración por la cultura asiática: un camino que va del manga y animé a la caligrafía japonesa.
Con 36 años como docente en el ITBA vio pasar varias generaciones de alumnos por las aulas de la universidad. Si bien considera que no se produjeron tantos cambios actitudinales en estas décadas, sí se percata de la predominancia de las nuevas tecnologías. “En lo personal, preferiría que en las clases los estudiantes tengan el celular apagado. Es una cuestión de disciplina y de concentración, pero sabemos que la dependencia de esos dispositivos está exacerbada en la sociedad. Pero bueno, hasta yo cuando doy clases tengo el celular prendido”, comenta Alejandro Díaz con una mueca cómplice.
Graduado como licenciado en astronomía, se especializó en astrofísica y, ante la pregunta, reconoce el llamativo origen de su vocación. “Estudié esta carrera por admiración al señor Spock de Star Trek. Igualmente, siempre existe un lado romántico desconocido, porque uno no conoce el oficio de astrónomo hasta que empieza a cursar muchas materias. Y ahí ves que ese romanticismo se transforma en una vocación real”.
En 1998, en busca de nuevos caminos personales, Alejandro encontró en el Kendo –esa disciplina de samuráis en la que se usa un sable de bambú- un medio de relajación y disciplina. “Esta práctica se basa en fortalecer el espíritu, ser útil para con uno mismo y para la sociedad. En Japón tratan de no considerarlo un deporte, sino un arte marcial. La idea es practicar para crecer como persona y que eso derive en el mejoramiento de la vida, dado que apunta a poder resistir desde lo físico y lo espiritual”.
La adopción de esta actividad llevó a que el profesor de física se acerque a la cultura japonesa de distintas maneras. Además de estudiar el idioma, leer manga y practicar caligrafía japonesa, este año va a viajar al país nipón por tercera vez. “Lo oriental nos complementa como sociedad. Me gusta que exista un mundo diverso, donde las culturas se interrelacionen. En cuanto al manga, mi preferido es “Kozure Ōkami”, traducido como “El lobo solitario y su cachorro”, es una historia muy dramática y triste. Se centra en un samurái que viaja con su bebé. Está contextualizado en el Japón feudal”, afirma este seguidor de Naruto, Dragon Ball y Death Note.
Alejandro reconoce que, gracias al camino que empezó a transitar, toma todo lo que le sucede como parte de un aprendizaje constante. Es por eso que recuerda una situación que vivió en 2005 con un estudiante, la cual le cambió la perspectiva de su relación con los alumnos. “Recuerdo que estaba mirando por internet unas formas de kendo. Las observaba y sentía que era imposible que a mí me salgan. Esa misma mañana, un chico tocó la puerta de mi oficina para preguntarme sobre el resultado de un examen. Le comenté que le había ido mal y me preguntó si había algún compañero que hubiese aprobado. Le contesté que sí y me respondió: `si alguien aprobó significa que el examen se podía hacer’. Me quedé pensando en esa frase tan simple y saqué de ahí una reflexión para aplicarla en mi vida. Ese estudiante me hizo notar algo que no había visto; si alguien podía hacer esas formas de kendo yo también tengo la posibilidad de lograrlas. Para mí es un regalo que me brindó, aunque nunca se lo dije”.