Menú

Tras la finalización del $100K LATAM, y luego de haber participado como jurado en una de las finales regionales del MIT ICC Competition, el Lic. Nicolás Bacqué ahonda en el vínculo de las universidades y el ecosistema emprendedor.

El año concluye y, como la tradición lo señala, inician las instancias de autoevaluación. Y queda claro que en 2018 la Universidad volvió a aportar en pos del desarrollo del ecosistema emprendedor nacional y regional. Uno de los indicadores que lo confirma es la organización del $100K LATAM, el certamen creado por el MIT que, por primera vez en 30 años se realizó fuera de Estados Unidos y que desplegó su gran final en el Auditorio de la Sede Distrito Tecnológico. En esta misma línea, la Universidad también marcó presencia en otra competencia desarrollada por su par de Massachusetts, el MIT Inclusive Innovation Challege, orientado a premiar a emprendedores de todo el mundo que utilizan la tecnología para reinventar el futuro del trabajo. “El balance ha sido fantástico. El certamen se centra en la promoción de proyectos de innovación social, en donde las externalidades sociales y ambientales positivas están en el centro de la cuestión. Es una competencia a nivel global que entrega más de un millón de dólares en premios y se desarrolla a través de cinco finales regionales y en cuatro categorías”, subrayó el Lic. Nicolás Bacqué. El Director General de Desarrollo Institucional del ITBA integró el jurado de la primera de las categorías de la final regional efectuada en San Pablo.  En esa primera instancia se coronó el proyecto brasileño Sumá que capacita, mejora la distribución y conecta en forma directa a los pequeños agricultores con sus clientes. “Esto redunda en beneficios inmediatos para ellos y sus familias y ofrece una alternativa de empleo de calidad en las zonas rurales, mitigando la emigración hacia las grandes ciudades”.

-Habiendo evaluado distintos proyectos, ¿en qué direcciones considerás que se concebirá el trabajo en el futuro? ¿Cuáles parecen ser las tendencias venideras?

– El futuro del trabajo siempre ha sido motivo de inquietud e incertidumbre, particularmente en momentos de aceleración de los avances tecnológicos porque es evidente que la forma en que el ser humano agrega valor a través de su trabajo está muy moldeada por la tecnología. Es natural, entonces, que en un contexto como el actual, de gran crecimiento de tecnologías disruptivas como el machine learning, la computación cognitiva o la analítica de datos -favorecidas por la digitalización y el exponencial aumento de la capacidad de cómputo- la incertidumbre sobre el futuro del trabajo sea creciente. En ese contexto pueden proliferar visiones pesimistas en donde la tecnología es responsable de la destrucción el empleo: ocurrió durante la revolución industrial con los luditas, sucede ahora también. Lo cierto es que, hasta el momento, la historia muestra que el avance tecnológico ha multiplicado las posibilidades de trabajo mejorando el nivel y la calidad de vida. Porque si bien ciertas ocupaciones se destruyen, se crean nuevas y mejores posiciones laborales que antes eran inimaginables.

Es cierto que, en esta oportunidad, aparecen nuevos dilemas. En el pasado, el avance tecnológico ha empujado al ser humano del sector primario al secundario, luego al terciario y, finalmente, al sector cuaternario o economía del conocimiento. No es sencillo anticipar en qué actividades se concentrará el ser humano si ahora las tecnologías disruptivas que mencionamos más arriba comienzan a reemplazarlo también en actividades “cerebro intensivas”. Ni cómo se organizará el mercado laboral ni la distribución del ingreso en ese contexto. Hay algo que es seguro: vienen grandes cambios y la política pública deberá evolucionar para lidiar con ellos. Ya hay experimentos en ese sentido, muchos de los cuáles abrevan en el principio de Ingreso Universal, aunque sin demasiado éxito aún.

– ¿Qué aprendizaje le otorgó el $100K LATAM al ITBA? ¿Qué aporte le otorgó la universidad a la iniciativa?

-La experiencia ha sido fabulosa para todos los que estuvimos involucrados directamente en el proyecto. El ITBA y el MIT tienen ambos un ADN emparentado con la tecnología, así como experiencias pasadas y personas que los vinculan; lo que facilitó mucho las cosas y permitió amalgamar el grupo de trabajo rápidamente. El ITBA contribuyó en todos los aspectos de la competencia, particularmente con la todo lo vinculado a la organización local, el judging, el fundraising y la comunicación.

-Analizando estos dos certámenes, ¿qué características tienen en común los emprendedores de América Latina y el Caribe?

-Si bien existen múltiples factores que colocan a los países en desarrollo en desventaja a la hora de innovar, y eso es cierto también en el caso de América Latina, hay una debilidad que puede transformarse en fortaleza: estar cerca de la necesidad. En nuestros países hay tantas cosas por resolver y esa necesidad se presenta con tanta crudeza que parece agudizar el ingenio de los emprendedores locales para desarrollar proyectos que proporcionan soluciones prácticas e innovadoras a problemas muy concretos.

– ¿Por qué creés que las instituciones educativas deben fomentar certámenes de este tipo? ¿Qué les aporta? ¿Y qué le ofrecen a la sociedad?

Las instituciones de la educación superior están llamadas a jugar un rol clave en los ecosistemas de innovación abierta, que se construyen sobre cuatro pilares complementarios: los emprendedores, las empresas, las universidades y el estado. Esta reconfiguración de los sistemas de innovación ha reconciliado, por decirlo de alguna manera, a actores que hace algunos años no se integraban naturalmente (sobre todo a los emprendedores con las grandes corporaciones). En ese ecosistema, las universidades cumplen por un lado un rol catalizador muy importante al integrar a los demás actores y, en cierta forma, validar el proceso en sí mismo. Por otro lado, proveen un activo clave en cualquier sistema de innovación que es el conocimiento, a través de la investigación básica o aplicada. Además, las universidades pueden contribuir a generar lo que podíamos llamar la “efervescencia” dentro del sistema, fundamental para mantener activos a los demás actores. En este punto, este tipo de concursos – más aún si son de la magnitud e impacto del $100K LATAM- constituye un componente clave.