Una graduada que hoy en día se desempeña como colaboradora en la Universidad recuerda su acto de colación. ¿Quién le diría en ese momento que volvería años más tarde al ITBA?
¿Cómo olvidar esa foto? Fue tomada el 21 de septiembre de 1983, día de la colación de grado en la cual recibí mi diploma de ingeniera industrial.
En marzo de 1977, los flamantes alumnos de la promoción 18 comenzaron, expectantes y nerviosos, a cursar su primer año de carrera. Se sentía una cierta conmoción en los pasillos del ITBA, había un cambio importante en su población estudiantil: de 99 ingresantes, 12 éramos mujeres.
De allí a nuestra graduación, transcurrieron 6 años arduos, intensamente compartidos: largas horas de clase (que en algunos casos incluían los sábados a la mañana), prolongadas esperas entre materias en el bar (metegol y truco mediante), días y noches de estudios, los nervios de los exámenes, la alegría de los que aprobaban, la desazón ante algún bochazo. Pero también compartíamos salidas de fin de semana, festejos del día de la primavera, noviazgos, casamientos y hasta algún nacimiento.
Una figura emblemática de aquella época era “Don Héctor”, concesionario del bar durante largos años, así como lo eran también algunos profesores icónicos, que son parte de nuestra memoria histórica.
Teníamos también nuestros espacios de esparcimiento organizados por el CEITBA: los fogones, la búsqueda del tesoro, hasta alguna fiesta en la ahora desaparecida AULA 1, en la que se cursaban todas las materias de primer año.
Fueron años difíciles, de gran esfuerzo y alta exigencia, pero que forjaron entre nosotros lazos entrañables que aún hoy perduran.
El día de la foto, pensé que no volvería a pisar el ITBA. Mi alejamiento apenas duró 5 años, y desde mi regreso en 1988, de una forma u otra, nunca dejé de estar ligada a la universidad. Y aquí estoy, 35 años después, recorriendo los mismos pasillos.
*Escrito por la Ing. Lucila Arguedas, Promoción 18 (1983), Coordinadora de Empleos y Pasantías, del Departamento de Graduados del ITBA.