El Lic. Luis Paolini, docente de la Licenciatura en Analítica Empresarial y Social, y un texto donde queda claro la omnipresencia de los datos en cada actividad que llevamos a cabo.
Caminamos por la calle generalmente inadvertidos que, en el transcurso del recorrido, nuestro smartphone va moviéndose en el bolsillo o la cartera registrando saltos. Y al llegar al hogar, un cartel nos sorprende diciendo: “¡Felicitaciones! has superado el objetivo del día, caminaste tantos kilómetros”; sin necesidad de nuestra intervención. Al día de la fecha, y dependiendo de la marca o modelo de smartphone que se posea, los fabricantes de teléfonos y los desarrolladores disponen de alrededor de 13 sensores que generan datos de manera instantánea, a partir de variables como aceleración, proximidad a la pantalla, presencia de campos magnéticos, temperatura o cantidad de luz en el ambiente. Esto todavía no es nada en comparación a la cantidad de datos que generan los últimos “wearables”, como el último “Apple Watch”, capaz de realizar un electrocardiograma sin que uno deba visitar a un cardiólogo, y detectar una fibrilación auricular que podría resultar en un accidente cerebrovascular (ACV). ¿Acaso imaginábamos poder reducir inmensamente la segunda causa de muerte a nivel mundial a partir de los datos que se generan mediante un reloj inteligente?
Esto que está ocurriendo ahora no es casual, es el resultado de la reducción del costo de los sensores que se utilizan, el envío y guardado de los datos por meros centavos, junto con la posibilidad de leer estos grandes volúmenes de mediciones en segundos, gracias a la potencia que ofrecen hoy los proveedores de nubes a solo un click de distancia. No es casual tampoco que hoy se consideran a los datos como el petróleo del siglo XXI, sobre todo si pensamos que mediante esta realidad las empresas que antes consideraban las mediciones muy difíciles por el costo que les representaba, hoy se encuentren inclusive pagándole a sus clientes por el uso de estos “wearables”. Un ejemplo que sobresale es el de la prepaga estadounidense United Healthcare que utiliza los mismos para entender a qué clientes puede bajarle el costo de la cobertura de salud por ser más saludables, o la empresa Clorox, que adquirió los datos que generó una compañía de termómetros inteligentes para saber dónde había más personas con fiebre en Estados Unidos, con el objetivo de realizar campañas de marketing híper-segmentadas de toallitas desinfectantes.
Si bien los casos mencionados anteriormente parecen ciencia ficción, el actual CEO de Apple llamó la atención en el último tiempo al asegurar que la mayor contribución a la humanidad de su empresa será “en el mundo de la salud”, siendo hoy una compañía enfocada en la venta de dispositivos electrónicos. Es evidente que en el mundo del “big data”, las cosas recién se están gestando. Para que podamos estar bien posicionados a futuro es importante que las universidades incluyan el análisis de grandes volúmenes de datos en su oferta de formación, por medio de programas que combinen la rigurosidad científica con el uso extensivo de la tecnología aplicada. Existen en Argentina algunas alternativas ofrecidas por universidades e institutos de capacitación, pero queda aún mucho por descubrir, ya que sólo hemos visto sólo el comienzo de la potencialidad de esta tecnología. Lo que vendrá, seguramente, nos seguirá sorprendiendo.